2016
es un año que no inicia bien para Colombia y mucho menos para sus regiones.
Parece evidente una crisis energética, el suministro de agua se mantiene en
peligro, el gobierno nacional busca recursos desesperadamente y ya anunció su
nueva reforma tributaria, los nuevos gobiernos municipales y departamentales
encuentran, como siempre, sus cajas vacías o en rojo. La otrora bonanza de las
regalías, siempre de la mano con el derroche, parece haber acabado. La
mermelada anunciada en campaña, siempre con algún funcionario del gobierno
nacional dando la venia en reuniones privadas, en aras de esquivar el ojo de la
Procuraduría, ya no logra cubrir toda la tostada. No habrá que esperar mucho
para ver las caras largas de alcaldes y gobernadores que prometieron esta vida
y las próximas en campaña, cuando se encuentren con un gobierno central que
prometió mermelada y rompió el tarro.
En
el caso del Departamento del Tolima la situación es aún más crítica. Los cortes
de agua son permanentes y da risa escuchar a las señoras gritando en sus
balcones que llegó el agua y que aprovechen. El otrora puerto de Honda donde
muchos supimos lo que era meterse al río por primera vez y donde se veían todo
tipo de embarcaciones es hoy una playa desolada. En el sur el plan de
consolidación ha logrado importantes avances en vías e infraestructura, pero
las extorsiones por parte de “los muchachos de la cordillera” es hoy regla
general y las gentes ya lo han asumido como algo normal con lo que siempre habrá
que convivir. La hermosa región de los nevados, con un gran potencial
productivo y para el turismo, adolece de vías suficientes y sus nuevas
generaciones no reciben adecuada formación en innovación y emprendimiento, por
lo cual solo piensan en salir hacia otras ciudades o a Bogotá. Líbano y
Chaparral, otrora ciudades con gran relevancia nacional, hoy están relegadas a
ser puertos comerciales menores al norte y al sur, pero sin una proyección
clara y sin una visión global.
Lo
más triste del asunto es que todos quieren encontrar la solución a los
problemas en el estado. Se piensa que es el gobierno el encargado de solucionar
absolutamente todo. La antigua acción comunitaria y vecinal, que promovía
mejoras en las vías, en las viviendas, acompañamiento a los niños y niñas en
sus tareas, etc., hoy ha quedado en el olvido, mientras las gentes esperan que
el gobierno llegue y solucione todo.
El
gran reto del gobierno departamental y de los gobiernos municipales es
liberarse de las ataduras electoralistas que tanto daño le hacen a una
democracia, y trabajar decididamente por garantizar la seguridad y el orden
como pilares de la transformación productiva que con urgencia necesita el
Tolima. Hay que tomar decisiones difíciles, sin duda, y ello tendrá
consecuencias que muchos quisieran evitar así ello implique mantener al Tolima
en el letargo en el que está. Es urgente mejorar los ingresos del departamento
y los municipios, formular los planes de desarrollo de acuerdo con el plan
nacional que estipuló para el Tolima el desarrollo del campo y la protección
del medio ambiente, incentivar la penetración de las tecnologías de la
información y la comunicación, todo acompañado de una estrategia de
empoderamiento ciudadano, que garantice el tránsito hacia instituciones políticas
inclusivas e incluyentes. La brecha es cada vez más alta y el Tolima no se
puede seguir quedando atrás.
O
se sientan las bases para nuestra inserción en la economía global o seguiremos
siendo un departamento limosnero y dependiente de lo que decida el gobierno y
la élite nacional.
Pastorejo:
¿Cuál sería el resultado si los funcionarios de todos los gobiernos municipales
y departamentales hicieran un examen de inglés?