viernes, 8 de enero de 2016

SOLUCIONES QUE TRANSFORMEN

2016 es un año que no inicia bien para Colombia y mucho menos para sus regiones. Parece evidente una crisis energética, el suministro de agua se mantiene en peligro, el gobierno nacional busca recursos desesperadamente y ya anunció su nueva reforma tributaria, los nuevos gobiernos municipales y departamentales encuentran, como siempre, sus cajas vacías o en rojo. La otrora bonanza de las regalías, siempre de la mano con el derroche, parece haber acabado. La mermelada anunciada en campaña, siempre con algún funcionario del gobierno nacional dando la venia en reuniones privadas, en aras de esquivar el ojo de la Procuraduría, ya no logra cubrir toda la tostada. No habrá que esperar mucho para ver las caras largas de alcaldes y gobernadores que prometieron esta vida y las próximas en campaña, cuando se encuentren con un gobierno central que prometió mermelada y rompió el tarro.

En el caso del Departamento del Tolima la situación es aún más crítica. Los cortes de agua son permanentes y da risa escuchar a las señoras gritando en sus balcones que llegó el agua y que aprovechen. El otrora puerto de Honda donde muchos supimos lo que era meterse al río por primera vez y donde se veían todo tipo de embarcaciones es hoy una playa desolada. En el sur el plan de consolidación ha logrado importantes avances en vías e infraestructura, pero las extorsiones por parte de “los muchachos de la cordillera” es hoy regla general y las gentes ya lo han asumido como algo normal con lo que siempre habrá que convivir. La hermosa región de los nevados, con un gran potencial productivo y para el turismo, adolece de vías suficientes y sus nuevas generaciones no reciben adecuada formación en innovación y emprendimiento, por lo cual solo piensan en salir hacia otras ciudades o a Bogotá. Líbano y Chaparral, otrora ciudades con gran relevancia nacional, hoy están relegadas a ser puertos comerciales menores al norte y al sur, pero sin una proyección clara y sin una visión global.

Lo más triste del asunto es que todos quieren encontrar la solución a los problemas en el estado. Se piensa que es el gobierno el encargado de solucionar absolutamente todo. La antigua acción comunitaria y vecinal, que promovía mejoras en las vías, en las viviendas, acompañamiento a los niños y niñas en sus tareas, etc., hoy ha quedado en el olvido, mientras las gentes esperan que el gobierno llegue y solucione todo.

El gran reto del gobierno departamental y de los gobiernos municipales es liberarse de las ataduras electoralistas que tanto daño le hacen a una democracia, y trabajar decididamente por garantizar la seguridad y el orden como pilares de la transformación productiva que con urgencia necesita el Tolima. Hay que tomar decisiones difíciles, sin duda, y ello tendrá consecuencias que muchos quisieran evitar así ello implique mantener al Tolima en el letargo en el que está. Es urgente mejorar los ingresos del departamento y los municipios, formular los planes de desarrollo de acuerdo con el plan nacional que estipuló para el Tolima el desarrollo del campo y la protección del medio ambiente, incentivar la penetración de las tecnologías de la información y la comunicación, todo acompañado de una estrategia de empoderamiento ciudadano, que garantice el tránsito hacia instituciones políticas inclusivas e incluyentes. La brecha es cada vez más alta y el Tolima no se puede seguir quedando atrás.

O se sientan las bases para nuestra inserción en la economía global o seguiremos siendo un departamento limosnero y dependiente de lo que decida el gobierno y la élite nacional.


Pastorejo: ¿Cuál sería el resultado si los funcionarios de todos los gobiernos municipales y departamentales hicieran un examen de inglés? 

miércoles, 16 de septiembre de 2015

¿Y entonces?

Donald Trump, un magnate estadounidense que ha logrado amasar una fortuna con todo tipo de negocios, pero especialmente con bienes raíces, que abiertamente alega no querer seguir con eso de lo que es “políticamente correcto” y se ha dedicado a hablar de todo y de nada al tiempo, casi siempre con expresiones que un bufón no se atrevería siquiera a pensar. Que se van todos los inmigrantes ilegales, que Estados Unidos volverá a ser una potencia, que se acabarán los TLC, que se crearán puestos de trabajo para los mexicanos en México y no en EEUU, que va a demostrar que se puede hacer una fortuna solo con ser candidato a la Presidencia, entre otras tantas, no dejan de despertar el asombro de quienes vemos en la política algo diferente.

Trump era para mí en todo el sentido de la palabra un payaso, hasta que me dediqué a revisar lo que está pasando este año en las elecciones locales en Colombia. Hasta donde sé Trump no está ni ha estado inhabilitado para ocupar cargos públicos, no tiene contratos millonarios con el Estado para servir refrigerios escolares o administrar Unidades de Cuidados Intensivos, no tiene familiares condenados por vínculos con grupos paramilitares, su familia no es reconocido como una familia de la “clase política” y se ha quebrado varias veces para volverse a levantar, logrando que su fortuna aumente cada vez más y más. Trump no está detrás de grandes contratistas a ver con cuánto y a cambio de qué le pueden colaborar para financiar su campaña, él solo tiene que girar cheques de sus propias cuentas. Trump les dice a los periodistas que se venden al mejor postor y que su ética periodística les llega hasta que llega suficiente pauta. Trump financió a muchos políticos y estos fueron a su boda y a las de sus hijos  y lo dice en tono burlón, pues si lo acusan de ser un payaso y un fanático ¿Por qué compartían con él y su familia algunos tragos y buenas fiestas?

Aquí en Colombia la Misión de Observación Electoral denuncia que para las elecciones locales de este año hay 204 municipios en riesgo electoral por atipicidades electorales y violencia; familiares y amigos de políticos condenados por vínculos con grupos al margen de la ley, por desfalcos y todo tipo de actos de corrupción, aspiran a ser elegidos para ocupar cargos públicos; alcaldías y gobernaciones aumentan las contrataciones en la modalidad de “prestación de servicios” para mover la maquinaria electoral a favor de los candidatos de sus filas, sin importar que los hospitales estén quebrados y las escuelas no tengan unidades sanitarias. Aquí en Colombia miles de personas se dedican a hacer campaña creyendo en la promesa de un puesto o un contrato cuando su candidato gane, sin saber que la burocracia estatal está a reventar y que el próximo año habrá una reducción del gasto público. Aquí en Colombia los candidatos prometen puentes, hospitales, colegios, vías y demás, sin tener claro cómo lo van a financiar, pero siempre esperando que papá gobierno central les “colabore”. Si algo sale mal siempre será culpa del gobierno central y no de la corrupción regional.


¿Y entonces? Sí, definitivamente lo peor que puede pasar es que gane Trump.

domingo, 6 de septiembre de 2015

Lo que se pide, lo que se ofrece y lo que se espera
“I have nothing to offer but
blood, toil, tears and sweat
                                                                                                                               Winston Churchill, 1940

Por: Santiago José Castro Agudelo
En estos próximos dos meses se verá de todo a lo largo y ancho de la geografía nacional. Vallas, pasa calles, afiches, folletos, reuniones con algunas personas, reuniones masivas, caravanas, fiestas y discursos políticos de todo tipo. Lo que no se verá serán las tulas con efectivo, los acuerdos por debajo de la mesa, todo lo que para algunos es oscuro de la política y que hoy en el mundo parece definirla. Lo grave del asunto es que hemos interiorizado el asunto como algo normal, algo contra lo que no podemos hacer nada.

Hace poco volví a escuchar una frase que ya me tiene jarto y que me motiva a seguir denunciando la corrupción donde quiera que esté: “robó pero por lo menos se ven las obras” ¿Algo más absurdo? ¡Eso es como agradecer al atracador por dejarnos dos mil pesos para poder tomar una buseta y volver a la casa! Los más triste, lo que más duele del asunto, es que hoy en el mundo esa, que es una actitud frente a la política, se asume como legítima. Es el mundo al revés. La democracia parece haber quedado relegada a un asunto para las aulas de quienes estudian la política. A lo mejor por eso prohibieron el estudio de la Ciencia Política en Uzbekistan y estoy seguro que más de un candidato ve en el Presidente Islam Karimov un tipo ideal de gobernante. Hablar de democracia e inclusión para ganar la elección y hacer lo que le venga en gana.

¿Será entonces mejor reconocer y admirar a Turbay Ayala cuando sugería que en Colombia había que “llevar la corrupción a sus justas proporciones”? ¿Será que en este país la corrupción y el clientelismo definitivamente, como lo han sugerido muchos, son los dos elementos que logran que el sistema funcione? ¿Qué mensaje les enviamos a las nuevas generaciones, especialmente a quienes quieren “hacer política”?

Hace poco, en una reunión con un grupo de jóvenes que se ha conformado en el Tolima, cuyo lema es “leer juntos para pensar el Tolima”, expuse mi posición al respecto: cero tolerancia con el clientelismo y cero tolerancia con la corrupción. Uno de los presentes, con toda sinceridad, expresó lo siguiente: “Doctor, yo pienso igual que usted, pero el problema es que con ese discurso no se consiguen votos y eso en una democracia es lo que necesitamos”. En un primer momento asentí desarmado, como quien ha leído alguna cosa, vivido alguna otra, y sabe que puede ser así.

De regreso a las aulas, en uno de los pasillos de la universidad, al comentar la anécdota con un colega, me recordó las palabras de la gran oferta que en su momento hiciera Winston Churchill a quienes invitaba a hacer parte del nuevo gobierno Británico en 1940: “No tengo nada que ofrecer, solo sangre, trabajo duro, lágrimas y sudor”. Churchill motivó a un pueblo entero y derroto al fascismo que parecía invencible.

¿Qué se pide, qué se ofrece y qué se espera de la política colombiana?

martes, 28 de enero de 2014

Hubo convención, hubo elección y hay candidata!

A mí me da mucha pena con los parlamentarios conservadores que se retiraron de la convención que se llevaba a cabo el día de ayer en el centro de convenciones Gonzalo Jiménez de Quesada en la ciudad de Bogotá. Dicho escenario fue hasta el día de ayer de ellos, manipularon las convenciones a diestra y siniestra desde siempre. Los resultados se conocían con anterioridad y un espacio que se presentaba como democrático no era más que un ejercicio para refrendar una decisión previamente tomada por los muy pocos que ayer perdieron. Así fueron y algunos pensaron que seguirían siendo las convenciones de los partidos en Colombia, pero lo de ayer los tomó por sorpresa.

El sábado pasadas las nueve de la noche varios amigos nos vimos para cenar en el restaurante el Virrey del Hotel Tequendama. A la entrada, en el lobby del hotel, estaban los congresistas Efraín Cepeda y Armando Zabaraín saludando a sus delegaciones con sesión de fotos incluida. Todo era alegría y camaradería. Conversando con varios amigos del Atlántico los tomó por sorpresa cuando expresé “todos venimos a buscar una candidatura propia, es lo que debe hacer cualquiera que se diga conservador”. Vi cómo varios de ellos trataban de enfrentar mi argumento recurriendo al tan famoso “pragmatismo” y por ello quienes me acompañaban y yo decidimos insistir en que “seguiremos siendo amigos, pero mañana nos vamos a enfrentar con todas las fuerzas que tengamos en la convención”.

Desde las seis de la mañana llegaban delegaciones desde todas las regiones de Colombia y la tesis de tener candidato propio era evidentemente mayoritaria, a pesar de la tranquilidad que pretendían demostrar quienes habían venido a votar por Santos. Bastó con que Soraya Galvis, Secretaria de la mujer que presentaba el evento, saludara a Efraín Cepeda para que los pitos y chiflidos inundaran el recinto y “fincho” optó por ubicarse estratégicamente a la sombra.

Después de los discursos de Leyva, Victoria y Ramírez, la mesa directiva reconoció al otrora gran orador del partido y cabeza de lista al Senado de la República, Roberto Gerlein y ahí fue troya. Los gritos de “NO”, “FUERA”, “CANDIDATO PROPIO” y los chiflidos y pitos fueron tremendos. Los convencionistas que vestían camisetas que decían “Con Santos Unidos por LA PAZ GANAMOS” no respondían nada. Se fueron poniendo chaquetas para que no los identificaran y pronto empezaron a retirarse del recinto.

Alegó entonces Gerlein que no había garantías, que temía por su integridad física, pero todo esto después de haber hablado de “chusma”, “manada de gritones”, “guachafita”, entre otras cosas que le gritó a los convencionistas ¿Qué quería entonces? ¿Qué le agradeciera la “chusma”? No, la convención conservadora, esa misma que ellos habían revivido en la última reforma de estatutos, alegando que una consulta popular era muy costosa para los candidatos; esa convención está hastiada con la falta de renovación, con las prácticas clientelistas de siempre, esa convención no quiso darle la palabra a Gerlein en un primer momento y cuando hubo silencio los derrotados no quisieron proceder y, tal como se hacía antes, alegaron falta de garantías.

No hay que confundir. Para aprobar una alianza con otro partido se requieren las dos terceras partes de los votos en la convención y esa cifra era inalcanzable, pero la recordaron el día de la convención y optaron por el saboteo. La “chusma” chifló y pitó, pero luego callo para poder votar. En cambio, los dirigentes “históricos”, esos que no quieren la renovación, esos que creen que el partido es una empresa de pocos, esos que creen que la convención no es la máxima autoridad del partido si no es controlada por ellos; esos se fueron, se largaron como la “chusma” que no acepta autoridad u orden, que habla de ley pero no para vivirla, que habla de principios pero no para seguirlos, que habla de valores sin promoverlos.


El Partido Conservador tiene candidata a la Presidencia de la República, elegida en una convención en la que no cabía la gente. Las bases del partido, esas que sentimos el conservatismo como parte de nuestras vidas, esas que no necesitamos un puesto o un contrato para decir que somos militantes del partido, esas bases votamos ayer en una convención que se hizo de acuerdo a lo estipulado en los estatutos y ganamos. Mi mamá siempre me dijo que para llegar a mandar hay que saber obedecer, que para poder ganar primero hay que perder y que en la mesa y en el juego se conoce al caballero.

lunes, 6 de enero de 2014

¿Por la grandeza del Tolima?

Este puente de reyes que termina recibimos la visita de familiares y amigos en Ibagué. Preguntaban por el parque Murillo, el conservatorio, el edificio de la gobernación, la alcaldía, etc., pues ya habían estado hace décadas en la ciudad. Con entusiasmo me esforzaba por que admiraran el Teatro Tolima, la Biblioteca Darío Echandía, el barrio La Pola. Antes de nuestra visita al centro habíamos ido a Multicentro y luego a La Estación, donde habíamos conversado sobre un tema que ya había tratado en una columna anterior: no hay una sola librería.

Insistí en la necesidad de crear un gran centro cultural en Ibagué para promover las artes, la historia, la filosofía y en especial lograr un escenario de diálogo, de encuentro y tertulia donde los temas no sean los contratos y los votos, tan en boga por estos días, sino los grandes problemas del departamento y las posibilidades que tiene no solo para salir adelante sino para volver a ser uno de las grandes aportantes al desarrollo del país. Recordábamos el papel de Honda en el encuentro de tres mundos, la expedición botánica y Mariquita para conocer qué “remedios teníamos para el imperio”, Ambalema y la exportación de Tabaco que nutrió durante años las escasas finanzas del Estado y la lamentable atención que recibió el norte del Tolima tras la tragedia de Armero, que arrojó grandes inversiones en municipios como Lérida y donde importantes obras y proyectos hoy están en el olvido.

El gobierno departamental insiste en su lema “Por la grandeza del Tolima”, pero una sociedad jamás podrá ser grande si no cultiva lo esencial. En el ser humano ello corresponde a la expresión de lo humano, no en vano se habla de “humanidades”. Por eso siempre he insistido en que la Academia de Historia del Tolima debe recibir especial atención y articularse con una amplia oferta cultural que incluya potenciar el conservatorio, los grupos de teatro, los encuentros de literatura y filosofía, importantes festivales de música. Digan lo que digan esa es una fuente inagotable para promover el turismo, ese que los grandes empresarios del sector han decidido cambiar por grandes edificios, piscinas y toboganes.

Hace unos días hice una búsqueda en bases de datos académicas como Jstor, Ebco host y Proquest, donde escribí “Historia del Tolima”. El resultado: una breve ponencia de Gonzalo Sánchez en 1992 sobre las lecciones del Tolima para estudiar la violencia. Y es que en ese campo sí se ha hecho un aporte muy importante al país. Centenares de miles de víctimas en el Tolima, en especial en el sur del departamento, donde la violencia bipartidista no perdonaba a nadie y ahora la presencia de las FARC.
Ingresé a la página de la gobernación buscando más elementos sobre historia y encontré un texto bastante general, pero que cierra con lo siguiente:

“Por su ubicación geográfica, por la variedad y la abundancia de sus recursos, además por las condiciones de su raza, por la trascendencia de su historia, así como también por las expresiones auténticas del arte, la música y el folclor, el Tolima es una de las regiones de más protagonismo y de mayor trascendencia en los anales de la historia nacional”


El Tolima lo tiene todo con su geografía, su historia, sus gentes, su cultura. Desafortunadamente la dirigencia parece enceguecida frente a lo verdaderamente humano y se dedica a gestionar grandes licitaciones y proyectos que olvidan lo esencial. Hay que recuperar la cultura, el respeto por la palabra y por el otro. Por eso no podemos dejar de leer y de escribir, de compartir nuestras impresiones y de sugerir nuevas ideas para que el Tolima vuelva a ser grande. Hay que volver a visitar los 47 municipios del departamento y generar escenarios de diálogo con la comunidad y no solo reuniones para pedir votos y repartir favores a siniestra. Esa es la única forma de luchar con compromiso por la “grandeza del Tolima”. 

miércoles, 25 de diciembre de 2013

Igual “nadien lee”

Finalmente hice lo que no quería hacer. Esperé cerca de 20 minutos para poder ingresar al parqueadero de esa gran mole que llaman “La estación”, el nuevo centro comercial que es “sensación” en Ibagué. Nuevos almacenes, marcas nuevas para el Tolima, un SAO, la espectacular “Paletería” que hace que la espera para poder ingresar valga la pena y una amplia plazoleta de comidas, de esas que acaba con lo humano que era el almuerzo o ir a cenar y lo reemplaza por la uniformidad y el irrespeto al tiempo y al espacio.

Impresionante ver a los compradores compulsivos que querían llevarse todo en Pepe Ganga o en Tecnópolis a “24 cuotas señorita”, “si no pasa esta tarjeta le pago en efectivo”, etc. Mi hijo me dijo “pa me siento como en Bogotá”. En ese momento sentí un golpe tremendo y me puse a pensar en tantas cosas que hacen del Tolima ser lo que es y a la ciudad musical un escape de ese monstruo que enajena y al que tantos quieren llegar, Bogotá. Recorrí toda esa mole donde ya nadie se conoce con nadie en busca de lo más importante para cualquier ser humano, la lectura. No había nada, ni una sola librería o una tienda al menos de “entretenimiento” en serio, no esas plagas que agrupan cajas de Xbox como si fuera pollo en promoción, para lograr controlar a los hijos sin tener que desgastarse en educarlos y formarlos.

Y es que Ibagué crece y crece. Ahora hay trancones interminables, huecos como en la capital, carros último modelo y motos por todas partes. Apartamentos de todos los estratos y casas inmensas que en Bogotá ya son solo un recuerdo. Llegan todos los artistas y las fiestas incluyen los tragos de las más reconocidas marcas, mientras nuestra Fábrica de Licores sigue emborrachando las fiestas que los políticos disfrutan pero no quieren pagar.

Comentando al respecto con algunos amigos, celebraban el “progreso”, el “crecimiento” y el “desarrollo” que se empezaba a ver. Como ya es costumbre me atreví a hacer una pregunta y un comentario: ¿De qué progreso, desarrollo y crecimiento estamos hablando? “Porque si asumimos el desarrollo como la valoración de lo propio y el aumento efectivo de la libertad, tal como lo ha sugerido Amartya Sen, tendría que decir que en Ibagué hay una gran burbuja de ilusión y un espejismo de progreso, que se nos puede estallar en la cara cuando menos lo esperemos”, comenté.

El problema más grave está en aquél comentario que hiciera el famoso hombre de la calle y que algunos después imprimieron en botones y afiches: “Aquí nadien lee”. Sabia anotación. No hay una sola librería que merezca llamarse tal, a los cines llegan las pésimas producciones de Hollywood con las cada vez más deplorables traducciones, pues para muchos es hasta “jarto” leer subtítulos y mucho más aprender inglés. El conservatorio es más una especie de museo al que ya pocos quieren ir y la Biblioteca Darío Echandía recibe a los siempre inquietos estudiantes de la Universidad del Tolima y a quienes no quieren o no tienen para gastarse en comprar el periódico del día.
Martha Nusbaum, profesora de la Universidad de Harvard, insiste en que las humanidades son un pilar esencial en la consolidación y el mantenimiento de la democracia, único cimiento para vivir libres y ejercer la autonomía. Aquí, sin embargo, muchos han caído en el desprecio por la lectura y la valoración desmedida de aquello que nos evita tener que pensar. Ya lo anunciaba Heidegger cuando afirmaba que el gran problema es que no pensamos, que confundimos pensar con repetir.

Ojalá todo este auge que a tantos emociona en Ibagué, pronto esté acompañado de amplios escenarios culturales, inversiones importantes en espacios para la lectura y el diálogo, en la promoción de nuevos y mejores grupos de teatro, de poesía, arte e historia, esta última que ha quedado a la sombra en un departamento que tanto le aportó a Colombia, empezando por ser puerto de intercambio entre civilizaciones, ese que tras un invierno perdió buena parte de sus archivos al río que amamos desde que nacemos, y que nos hizo un llamado a cuidarlo, llamado que no hemos querido escuchar. 

viernes, 6 de septiembre de 2013

Volver al Tolima
Hace unos días en una reunión con amigos noté una gran preocupación por la situación actual del Departamento del Tolima. Alegan varios que hay un retroceso en temas de infraestructura, calidad de la educación, cobertura en salud, entre otros. Sin embargo, en las consideraciones finales varios indicaban que lo mejor era que sus hijos se radicaran en Bogotá una vez salieran del colegio, debido a que en el Tolima las oportunidades eran limitadas o inexistentes. Para nadie es un misterio que enfrentamos un problema grave de desempleo, acceso al crédito, oportunidades reales de comercialización a nivel nacional e internacional, además de un gobierno departamental sin norte y unos gobiernos municipales con recursos limitados y que terminan por quedar prisioneros de posibles investigaciones de la Procuraduría, las contralorías y demás “ías”.

No obstante, asumir que debido a la situación actual lo que habría que promover es que las nuevas generaciones de tolimenses se radiquen en otro lugar, usualmente Bogotá, es negar la posibilidad de un futuro mejor para el departamento y la región. En contravía de mis contertulios, considero que lo más importante es lograr que el Tolima sea atractivo para quienes se han visto obligados a buscar oportunidades en otras partes. Hace décadas la Violencia obligó a muchos a dejar sus tierras y hoy sus hijos y nietos no vislumbran la posibilidad de regresar al Tolima. En años recientes fue una clase política cerrada la que impidió que nuevas ideas, nuevas personas, nuevos movimientos ciudadanos surgieran ¿Se nos olvida que en la pasada campaña una de las críticas más fuertes contra un candidato a la alcaldía de Ibagué es que no había nacido aquí? Pocas veces había escuchado un argumento tan estúpido, no hay otra palabra.

El Tolima se convierte en un sentimiento, en un anhelo, en un proyecto común para muchos que no queremos otra cosa que ver crecer a nuestros hijos en esta tierra que hace décadas padres, abuelos y bisabuelos tuvieron que dejar ¿Cómo nos recibirá? La pregunta sería un absurdo en cualquier otro lugar del mundo, pero la respuesta a la misma aquí parecería ser “muy bien siempre que no se metan con los que han tomado, toman y tomarán las decisiones”. Una posición estúpida, no hay otra palabra.

El Tolima se convierte en la oportunidad para que muchos inviertan libremente y generen empresa y por tanto más y mejores empleos, que exijan de las universidades formar mejores e integrales profesionales que no se vean en la obligación de ir a Bogotá o salir del país para “ser competitivos”. Sobre esto me han dicho “nunca podrá comparar la educación en el Tolima con la educación en Bogotá o en otro país”. Es estúpido, no hay otra palabra.


A lo mejor entonces el Tolima, su ciudad musical y sus municipios serán para muchos un recuerdo al que regresan de vez en cuando para pasar unos días. Yo en cambio estoy convencido que puede ser el futuro del suroccidente colombiano, pero sé que para muchos pensar así es estúpido, para mí no, para mí el Tolima es familia y esperanza, y hay muchas más palabras.